Carolina Gamboa de Ghiretti
Consultora y entrenadora de mindfulness e inteligencia emocional
Fui joven, pero entender lo que significa ser joven hoy, en una realidad mucho más incierta y compleja que hace 20 años, no sólo requiere de una mente abierta, sino curiosa y compasiva.
Desde que me gradué de la Universidad en 1997 el mundo ha cambiado y la generación que hoy está saliendo a trabajar tiene unos retos similares a los que yo tenía en ese momento, pero unas herramientas diferentes para afrontarlos.
Los seres humanos siempre estamos buscando sobrevivir, es nuestra naturaleza; pero en el mejor de los casos, buscamos ser felices.
En el año 2021 la Organización Mundial de la Salud publicó un estudio que señala que sólo en el 2016 más de 745 mil muertes fueron atribuibles a la exposición a largas horas de trabajo (55>). A este dato se suma un reporte publicado por el ADP Research Institute en 2022 que indica que, en promedio, las personas están trabajando “9.2 horas más a la semana”, sin recibir una remuneración por ello. Y en una encuesta conducida por Deloitte con más de 1.000 profesionales en los Estados Unidos en el año 2015; identificaron que más del 77% de los encuestados había experimentado “burnout en el trabajo”.
Esta realidad de prepandemia anticipaba algunas de las condiciones para el trabajo de una juventud que ha crecido en un mundo de inmediatez, hipervigilancia, hiperconectividad, abundancia de recursos e información y narcisismo digital. A esto debemos sumar una pandemia que transformó el espacio laboral y puso en evidencia la profunda desconexión de nuestros jóvenes con un propósito de vida y la carencia de herramientas y habilidades emocionales para enfrentar los retos y desafíos de un mundo políticamente sensible, económicamente inestable, socialmente inconforme y espiritualmente confundido.
El resultado de esta situación no sólo lo evidencia la llamada “gran renuncia”, aumento en los niveles de ausentismo y alta rotación en las empresas; sino el incremento exponencial de problemas de salud mental que están contribuyendo a que la problemática de nuestra joven fuerza laboral cada vez sea más compleja.
Según las estadísticas presentadas por la carrera de los Sueños en 2022 en la que fueron encuestados a más de 3000 jóvenes en Colombia, hubo un incremento del 35% en la percepción de sensación de sobrecarga, del 29% en la percepción de desmejora de su bienestar mental y emocional y un 28% en la percepción de sensación de agotamiento.
Este es un escenario oscuro que deja ver la necesidad de que haya un cambio de mentalidad para apoyar a los jóvenes a que pasen de sobrevivir a ser felices, lo que implica un cambio de mirada sobre los mecanismos de selección, desarrollo y promoción del talento humano.
Los adultos que siguen siendo niños
“La revolución de la inteligencia artificial y la automatización no será un evento único sino una cadena de revoluciones cada vez mayores…Así que la verdadera gran pregunta es: como seres humanos, ¿tenemos la estabilidad mental y la inteligencia emocional para reinventarnos repetidamente?”. – Yuval Noah
Tengo dos hijos (11 y 9) y durante los últimos años he comenzado a recibir en mi consultorio a niños y jóvenes desde los 12 hasta 26 años. Una de las cosas que más me sorprende es ver su deseo de estar tranquilos, por encima de otros intereses que podríamos suponer prioritarios para ellos. Este es un interés común dentro de mis coachees sin importar su edad.
¿Pero, por qué la tranquilidad? Cuando un niño o adulto no encuentra seguridad psicológica en su entorno, está predispuesto a ser detonado emocionalmente con facilidad y, por lo tanto, a entrar en estado de supervivencia e incluso expresar comportamientos de regresión infantil. La tranquilidad, por lo tanto, es un estado físico y mental que se logra cuando las personas se sienten seguras, tenidas en cuenta, no juzgadas y acompañadas. De hecho, es cuando estamos tranquilos que podemos ser creativos y reinventarnos, n cuando estamos huyendo de las amenazas.
Desafortunadamente como sociedad no estamos creando las condiciones para que nuestros jóvenes se sientan seguros y, por lo tanto, debemos comenzar a asumir nuestra responsabilidad y comprometernos a educar emocionalmente a nuestra juventud para que pueda conocerse mejor, autogestionar con habilidad sus emociones, conectarse con su propósito y relacionarse compasivamente con los demás.